Esta taberna sigue las huellas de su hermana La Imperial de San Antón (Mercado de San Antón) y nos relata la victoria de la calidad presentada en conceptos informales. Un triunfo gastronómico que obliga a que la Historia continúe… Lúcido testimonio de nuestra época y memoria de nuestro pasado, este pequeño rincón del Madrid contemporáneo reconstruye un ambiente acogedor en un espacio de techos altos y materiales reciclados. El hierro y la madera son envueltos por un llamativo turquesa sobre el que se presentan carteles publicitarios de todas las épocas. El concepto desenfadado consigue ser un atractivo añadido para disfrutar de la buena gastronomía en buena compañía.
La cocina es el hilo conductor: destaca la brasa de encina y una carta variada y sin complicaciones. La especialidad es el cachopo asturiano –al estilo de Lugones (Siero)- y la ensaladilla rusa –necesariamente “Imperial”-, junto a los que destacan el pulpo a la brasa, el taco de lomo de bacalao o las alcachofas fritas. Con materia prima de primera calidad también se elaboran platos menos típicos pero muy demandados como los boquerones Hippy, las alitas rellenas con nido de patata paja o los torreznos con pimientos de Padrón. Y para los amantes de los platos de cuchara, un día a la semana, sirve cocido madrileño en dos vuelcos.
La propuesta de barra es un caballo de batalla ganador: todos los vinos se pueden servir por copa (entre 2 y 3 euros). Más allá de variedades y regiones, la clasificación de la carta de vino por botellas sigue un orden crematístico: 15, 20 o 25 euros –para el mágnum-. Una buena oferta de vermú y cerveza, con combinados nacionales y Premium a 6 y 7,5 euros respectivamente, explican el éxito del formato.
Porque La Imperial (Raimundo Fernández de Villaverde, 44) es contemporánea y su reclamo infalible: para esta zona de oficinas tiene uno de los mejores menús del día en calidad precio (12euros); red WiFi para todos los ejecutivos que la frecuentan y un punto a favor para organizar reuniones imperiales y afterworks. Además, cuenta con una terraza enorme en pleno centro financiero; aunque si no hay tiempo para disfrutar, siempre se puede pedir para la comida para llevar.
Historiadores, cronistas, narradores, estudiosos y amateurs han de prepararse para un imperio de sensaciones en un lugar que hace historia.
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