Siendo una de las actrices más importantes de nuestro país, –aclamada por sus interpretaciones en obras teatrales como Medea o películas como Volver–, a Blanca Portillo le quedaba una asignatura pendiente: interpretar un monólogo. En julio, en el marco del Grec Festival de Barcelona, la actriz debutó en esta especie de obra dramática. Lo hizo encarnando a la Virgen en una adaptación de El Testamento de María, novela del irlandés Colm Tóibín. Publicada en 2012, la obra revisa la agonía de la Madre de Dios, a quien el escritor humanizó y construyó como cualquier madre de cualquier época: hundida y desesperada tras la desaparición de su hijo.
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Por Pablo Noguera
Presentasteis la obra en Barcelona, en la capilla del MACBA. ¿Cómo viviste el día del estreno?
Estaba aterrorizada porque este es el primer monólogo de mi carrera y además nunca había actuado en el festival. El estreno resultó conmovedor, con lleno absoluto y un clamoroso aplauso final. Al día siguiente, las críticas en prensa fueron estupendas; algo que siempre se agradece, sobre todo cuando hay tanto trabajo detrás. El texto cuestiona los Evangelios y se aparta de la espiritualidad.
Háblanos de cómo es la Virgen que representas.
Aunque la obra se distancia del Nuevo Testamento, considero que la Virgen mantiene un componente espiritual. Es una mujer muy humana, que puede representar a cualquier madre del mundo con sus preocupaciones y tormentos. Los sentimientos son incluso más sagrados que cualquier pasaje de la Biblia.
¿Habéis tenido oportunidad de intercambiar opiniones con Colm Tóibín?
Sí. Fue un privilegio contar con él en los ensayos generales y en las cuatro funciones que hicimos en Barcelona. Después del estreno, me regaló un precioso ramo de flores. Tóibín respetó la visión de Agustí Villaronga y por su parte todo fueron muestras de cariño.
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El director declara que trabajar contigo “ha sido una maravilla” y que has aportado “humanidad al personaje”. ¿Cómo ha sido trabajar con él?
Es la primera obra teatral que dirige, así que fue muy interesante atestiguar cómo uno de los mejores cineastas que tenemos se aproximaba a este arte. No encontró ninguna dificultad, lo que demuestra que entre cine y teatro no hay tanta diferencia. Es una cuestión de sensibilidad, y él tiene un instinto único. Es alguien muy especial.
Cuando interpretaste a Segismundo, de ‘La vida es sueño’, declaraste que el personaje “tenía la capacidad de hacerte mejor persona”. ¿Qué te ha enseñado tu papel actual?
La Virgen de El Testamento de María está en sus últimos días. Es entonces cuando decide confesar secretos que durante años ha mantenido guardados. Después de esta revelación, ella se libera. He aprendido la importancia de reconocer y comunicar los errores. También de pedir perdón y hablar.
Siempre has estado muy comprometida con la cultura de nuestro país. ¿Qué valoración general haces de la situación actual?
Los estamentos políticos no otorgan a la cultura la importancia que se merece. Y se equivocan: un país no puede avanzar sin educación ni cultura. Estos dos factores son más importantes que el dinero. Por eso me gusta involucrarme en proyectos que fomentan la reflexión más allá del entretenimiento. Si lo que busco es evasión, entonces prefiero ir al parque de atracciones.

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