El 12 de diciembre se estrena en cines la película documental Nacido en Gaza, dirigida por Hernán Zin y producida por el periodista Jon Sistiaga. Un film que cuenta la realidad de diez niños palestinos atrapados en la prisión más grande del mundo, la Franja de Gaza. Hemos tenido el placer de charlar con sus creadores y acercarnos un poco más al dramático día a día que viven los palestinos.
Por María Ares (@meriaresc)
Habéis trabajado juntos muchas veces pero nunca en un proyecto como este, ¿qué os impulsa a hacerlo?
Hernán Zin. La idea surgió cuando estuve viviendo en Gaza. Llevaba ocho años dándole vueltas a contar la situación de la franja desde la perspectiva de los niños, porque son el 50% de la población y la mayor parte de las víctimas civiles. Faltaba esta visión del conflicto y era importante contarla.
¿Qué significa nacer en Gaza?
H.Z. Significa nacer en la prisión más grande del mundo. No poder viajar, no saber cuándo habrá luz, ni agua, ni libros para estudiar… Que en cualquier momento van a destruir tu casa, van a matar a un pariente tuyo, te van a matar a ti… 400.000 niños en Gaza tienen estrés postraumático, y es lógico por la terrible presión.
¿Qué posibilidades reales hay de que estos niños tengan su futuro soñado?
H.Z. Las posibilidades, y esto es lo importante de la película, dependen de Europa. Ahora están dando pasos para reconocer al Estado Palestino e imponer sanciones a Israel en el caso de que no permita la creación de ese estado. Creo que buena parte de la responsabilidad está aquí porque Europa no ha dejado avanzar a esa parte del mundo.
Los dos conocéis muy bien este conflicto y habéis trabajado allí muchas veces. ¿Cuál es el futuro que, desde vuestra experiencia, podéis predecir para la franja?
H.Z. A corto plazo el futuro es muy negro, esperamos que a largo plazo, si Europa realmente se involucra, cambie. ¿Por qué hace sesenta y seis años se reconoció al Estado de Israel pero nunca a Palestina? ¿Por qué Europa es la única región del mundo que no ha reconocido a Palestina? Pues ya es hora. Es una tierra devastada y arrasada, pero estando allí sorprende y es conmovedor ver cómo tienen la capacidad, después de seis décadas viviendo así, de reinventarse… de salir adelante. Los palestinos con gente muy admirable porque a pesar de vivir en una situación que no merecen, siguen adelante. Y la mayoría de forma muy pacífica.
Estaréis curados de espantos pero, ¿qué es lo que os pareció más duro a la hora de trabajar con estos diez niños?
Jon Sistiaga. Aunque hemos visto muchas cosas, siempre te acabas quebrando. Yo me quebré y Hernán también. Alguno de los niños te llega a tocar más la fibra, porque ya estás cansado o estás más sensible. Uno de los niños dice o hace algo y hay que parar la grabación porque Hernán no puede y pide un respiro, o porque yo no puedo y tengo que salir un rato… Creo que más que espanto, miedo o temor, es la carga emocional que tiene este reportaje. Sobre todo las escenas de hospital se nos hicieron muy duras.
En vuestro trabajo, ¿conseguís separar lo personal de lo profesional?
J.S. No, sería una pena… con todo lo que nos enriquece y alimenta este trabajo. Siempre volvemos cambiados de cada reportaje y nos hace mejor persona, nos hace tener perspectiva. Yo creo que en el fondo es un trabajo muy egoísta, porque hacemos algo que nos enriquece mucho como personas, más que como profesionales.
¿Volvéis a saber de las personas que protagonizan vuestros reportajes y documentales?
J.S. No siempre. En el caso de los niños hay un seguimiento, una de las niñas vino a operarse a España, por ejemplo. Tenemos una agenda con la que hacemos tres o cuatro grandes reportajes al año y es verdad que no mantienes contacto con todo el mundo. Es que tampoco puedes estar llamando todos los días al afgano, al iraní o a cualquiera con el que hayas estado. Creo que esto es lo primero que tiene que aprender un periodista: a disociarse cuando vuelve. No es que te pongas un traje de periodista frío, para nada, porque la emoción es tu principal herramienta de trabajo y te tienes que agarrar a ella, impregnarte de ella. Pero también tienes que ser consciente de que cuando llegas a Madrid la vida ha seguido su curso, tú has dejado atrás una gran tragedia en ese país lejano pero aquí todo sigue igual… La Gran Vía llena de gente, las tiendas abiertas hasta las tantas, un Zara nuevo donde antes había una librería… Eso es lo principal, saber que cuando vuelves no eres un súper héroe ni estás por encima de la gente que está aquí.
¿Cómo ha sido tu experiencia como productor en Nacido en Gaza?
J.S. Ha estado bien. No tenía que pensar en la ropa cada vez que hay que salir delante de la cámara, por ejemplo, ni en hacer entradillas… Ha sido distinto. Tuve que centrarme en encontrar a los niños, tratar con ellos y estar un poco detrás de Hernán, que tenía la película en la cabeza y sabía lo que quería contar y cómo contarlo. He aportado mi experiencia periodística sobre el terreno para el bien de su película, me he dedicado a otras cosas que no estaba acostumbrado, como pasarme cuatro horas con un niño pensando en tipos de planos, localizaciones, conseguirle comida o coca-cola, ese tipo de cosas.
Tantos años recorriendo la pobreza y la guerra por los sitios más hostiles del planeta, ¿os han hecho entender?
J.S. ¿Por qué una persona se puede convertir en un asesino de masas y luego volver a su vida normal? Entender qué pasa en su cerebro para que asesine a sus vecinos, pierda la empatía, la capacidad de amor o de bondad con el resto de los seres humanos y luego vuelve a su trabajo, a su vida. Y eso a ver cómo lo entiendes… Yo no lo entiendo.
¿Nos podéis contar vuestros deseos para el próximo año?
H.Z. Ganar el Goya y que todo cambie en Palestina de una vez por todas.
J.S. Que podamos seguir haciendo lo que nos gusta: ir a lugares a los que nadie va para poner voz a las víctimas y nombre a los verdugos.
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