Según confiesa el propio Juan José Millás, La mujer loca nace de un periodo de sequía creativa para convertirse en un híbrido entre reportaje y novela, contada por dos alter ego de Millás: el narrador y un personaje. Con ellos viajarán por las páginas de esta obra Julia, una joven obsesionada con el lenguaje, y Emérita, una enferma terminal que pretende acabar con su vida.
Millás desdoblado… ¿no es un poco confuso?
– Sí (risas). Pero me interesaba mucho reflexionar sobre el papel del narrador. Esa voz en la que habitualmente no pensamos al leer pero que nos cuenta mucho sobre sí misma. Lo que he hecho en la novela ha sido preguntarle directamente al narrador por qué él nos está contando esta historia y la respuesta es que no podía ser otra persona que yo mismo.
A través de Julia, también reflexionas sobre el lenguaje.
– Sí, una de las mayores preocupaciones de Julia es la persecución a la que le somete el lenguaje día a día. La conclusión es que no somos dueños del lenguaje, sino al contrario, somos sus herramientas.
Además, abordas el dilema entre lo que es escribir una novela falsa y una verdadera…
– Lo único que no se puede falsificar es una novela. Esta dificultad para distinguir lo verdadero de lo falso es uno de los temas que atormentan a Millás. Él tiene la idea de que escribir una novela verdadera conlleva muchos riesgos, en cambio, con una una falsa ninguno. Lo comparo, en cierto modo, con la relación entre la heroína y la metadona.
 Entonces, ¿la verdad está más cerca en la ficción?
– Históricamente se ha llegado a la verdad siempre a través de la ficción. La prueba son los primeros relatos sobre el mundo que existen en forma de cuento oral.
¿Qué te pareció el programa ‘Operación Palace?
– Me gustó mucho la idea porque me entusiasma el género del falso documental. No tuve oportunidad de vivir el juego porque enseguida me di cuenta de que era falso y me dediqué a ver las costuras de cómo estaba hecho.
La mujer loca
Y a la hora de trabajar, ¿dónde te sientes más comodo, en la ficción o en el periodismo?
– Estoy cómodo en la variedad. En ambos hay un alto grado de libertad a la hora de escribir y una manipulación por parte del autor que es inevitable. La diferencia es que en el periodismo trabajas con hechos reales y no puedes inventarte nada para que quede más bonito. Pero un reportaje finalmente es un relato, teniendo en cuenta que esa palabra viene de <relación>y tienes que buscarte la vida para relacionar hechos muy alejados entre sí y ponerles un codo o una rodilla para poder articularlos y lograr que constituyan un cuerpo.
¿La ficción está sobrevalorada?
– Sí, es un género viejo. La novela y la figura del escritor están sobrevalorados.
  En La mujer loca introduces el tema de la eutanasia. ¿Qué te ha motivado a escribir sobre él?
– Es un tema que me interesa mucho personalmente.Me parece una solución estupenda en determinadas situaciones. En las sociedades actuales hemos hecho algo catastrófico: eliminar la muerte de nuestro paisaje, cuando es el extremo de un par indisoluble (vida/muerte). Vivimos como si nadie se fuera a morir. Pero hablar de muerte también es hablar de vida.
Texto: Amparo Castelló