Joaquín Reyes vuelve a los escenarios madrileños con un renovado Que me aspen. El cómico promete desvelar intimidades de su infancia al público que acuda a ver su show al Teatro La Latina. ¡Seguro que no tiene desperdicio!
En esta entrevista hablamos con él sobre Que me aspen, su nueva etapa en El Intermedio y su trayectoria como cómico.
-¿De qué trata Que me aspen? Danos una pista aunque no se puedan desvelar las sorpresas. 
– El espectáculo habla de mi, de mi personalidad, de mi infancia y de lo que me gustaba cuando era un crío. En él me centro más en hablar sobre la relación que tenía con mi hermano (que era de traca) y cuento anécdotas reales. Y después hay una parte con guiños a los programas televisivos en los que he participado: La hora chanante, Muchachada Nui
-¿Por qué los monologuistas recurren tanto a sus propias experiencias?
-Es que el monólogo bebe de las experiencias personales –cosas que te pasan, que observas– y de las que das tu punto de vista.
En otros shows tuyos la actualidad tenía mucho peso, ¿esta vez también? 
-Sí, la suelo utilizar al principio para romper el hielo pero no me puedo atar a ella porque tiene una caducidad, es perecedera.
Después de trabajar tanto tiempo en grupo con tus compañeros de Muchachada Nui, ¿es más duro llevar un espectáculo solo? 
-Es bueno compaginar los trabajos en solitario con los trabajos en grupo. De lo que más orgulloso me siento es de lo que hemos hecho juntos.
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¿Se puede hacer comedia con todo, incluso lo más delicado?
-Creo que es una elección del cómico. Yo confío mucho en la autocensura. Si crees que algo se va a malinterpretar es mejor que no lo hagas. El humor está para forzar los límites y hablar de cosas que, si no lo hicieras con bromas, no podrías.
¿Qué prefieres, un teatro o estar delante de las cámaras?
-Las dos. El actuar en directo tiene ese incentivo de la reacción inmediata del público y algo tan increíble como ver que la gente se ríe con lo que tú has escrito, y dices: «joder, claro, si es que es gracioso». Luego hay cosas que dejas a la espontaneidad e improvisas. En la tele es distinto. Disfrutas también mucho del proceso –de la escritura del guión y de los rodajes– y la gente que trabaja a tu alrededor se convierte en una gran familia.
Parodias, imitas… pero, ¿cómo es Joaquín Reyes cuando es Joaquín Reyes? 
-Soy bastante normal: me gusta reírme, aceptar mis chorradas de la vida diaria, permitirme alguna extravagancia de vez en cuando, etc. Pero tengo la suerte de trabajar en la comedia. Muchas veces mi trabajo consiste en disfrazarme de mamarracho y hacer el idiota, pero no deja de ser un trabajo. Cuando llego a casa tengo mi vida normal.
¿Y cómo se desconecta de ese trabajo?
-En el fondo, siempre estás pensando en bromas. Mi trabajo consiste en escribir y tener ideas.
Si alguien te parodiara, ¿qué no podría faltarle a su imitación? 
-La pajarita, las gafas… eso en la apariencia. Y luego tendría que decir: «Hola, soy Joaquín Reyes. Me siento muy especial, hago de todo y creo que todo lo hago bien».
Te dedicas a hacer reír, ¿te atreverías con un drama? 
-No. La comedia que se relaciona con el sentido del ridículo a mi no me da vergüenza, sin embargo, el drama me da mucho pudor. No podría hacer un drama, me daría vergüenza. A mi me gusta hacer comedia.
¿Quiénes son tus referentes o te inspiran como comediante? 
-Mucha gente. Admiro a Faemino y Cansado, al Gran Wyoming -ahora que tengo además la suerte de trabajar con él-, Martes y 13, Bill Murray, los Monty Python, etc.
Y hablando de Wyoming, acabas de empezar nueva etapa en El Intermedio, ¿cómo surgió la oportunidad? 
-Me la ofrecieron y me pareció un reto entrar en un programa que funciona tan bien, con un estilo muy definido. Pensé que podía aprender y aportar. Los programas diarios tienen otro ritmo totalmente distinto al que yo estoy acostumbrado.
De todos esos personajes a los que has parodiado, ¿quién te costó más?
-Ninguno, porque como no hacía las voces no me costó. En Muchachada Nui y La hora chanante se buscaba recrear la personalidad de un famoso a través de la parodia convirtiéndolo en un manchego más. Pensaba en sus defectos, sus rasgos característicos… Lo que más me gustaba era imaginarme e inventarme cómo era ese personaje. ¡Y los maquillajes, que eran fantásticos!
Cuando creas personajes como Enjuto Mojamuto, ¿en qué te inspiras? ¿Alguien real que se cruza por tu vida o sencillamente te nace?
-Enjuto Mojamuto en concreto, se me ocurrió leyendo una noticia sobre los hikikomoris, que son unos adolescentes japoneses que no salen de su habitación, adictos  a las redes sociales, Internet, y aislados de su familia. Y me dije: «¡Qué idea para hacer un personaje!». El nombre se me ocurrió en un hotel de Praga. Cuando iba a desayunar con mi mujer, había un japonés en el jardín haciendo ejercicios todos los días y estaba muy enjuto. Le dije a Marta, mi mujer: «Mira, ese hombre se llama Enjuto Mojamuto». Y así nació.
Texto: Elena Rojo
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