Al igual que ocurre en la cuenca mediterránea, el clima del Océano Atlántico en la Península Ibérica ha propiciado una particular manera de ser, sentir y entender la gastronomía. Además de excepcionales productos, lo que caracteriza a la cocina atlántica es “la manera de transformar la cocina, imperando las cocciones al horno y al carbón”.
La casualidad ha querido que en menos de medio año hayan abierto en la capital tres restaurantes consagrados a la cocina atlántica. Atlantik Corner, Atlántico Casa de Comidas y Barra Atlántica pretenden reivindicar el carácter y las particularidades de la gastronomía galaicoportuguesa y por ello se han unido en una iniciativa conjunta. Del 1 al 15 de abril el público podrá disfrutar de tres versiones de autor de la cataplana “marinheira” típica del Algarve. Un plato que se elabora en una cazuela oval de cobre y que permite una cocción al vapor “muy sana, muy natural y muy representativa, ya que respeta mucho el producto”.
Por su parte, Pepe Solla, el estrella Michelin de San Salvador de Poio (Pontevedra) y autor del nuevo Atlántico Casa de Comidas en Madrid, ha elaborado un jurel en escabeche perfumado con canela, cítricos y salicornia.
Iago Pazos en su restaurante Barra Atlántica, el último proyecto del Grupo Abastos, servirá mejillones XL de la Isla de Arosa al Ribeiro con hoja de limonero, jengibre, hinojo, salicornia y junquillo de mar, otra verdura de costa de origen gallego y de sabor delicado, herbáceo y algo aceitoso.
Mientras que en Atlantik Corner el chef gallego Carlos Nuñez ha elaborado un mero salvaje del Atlántico con hinojo de mar (una verdura marina similar al hinojo pero con mayor salinidad) e infusión de limón de Mafra.
En los tres establecimientos se podrán tomar de manera individual o compartirse en el centro de la mesa. Además se disfrutará del ritual de servicio de la cataplana, donde todos los ingredientes se cocinan al mismo tiempo y solo se abre una vez que llega a la mesa. Liberando al momento todos los aromas que envuelven al comensal avanzándole el placer de su degustación antes del primer bocado.
Con esta «Ruta de las Cataplanas» los tres restaurantes demuestran que tienen un denominador común: el arraigo a su tierra, el respeto al producto que profesan y la vocación por una cocina honesta de las que, más que sorprender, emociona.
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