Es uno de los pocos productos de auténtica artesanía que quedan, con un proceso de elaboración de hasta cuatro años cada unidad; el hilo conductor de una conversación pausada entre amigos, el cierre de un buen negocio y, su degustación, toda una liturgia para paladares experimentados.

El puro, que no lleva aditivos químicos ni papel, gana adeptos en la capital y éstos, espacios donde poder disfrutarlo con la tranquilidad y comodidad que se merece, e incluso con una buena copa como compañía. En Madrid proliferan los clubs privados para fumadores, sociedades sin ánimo de lucro, muchos de ellos asociados a locales y restaurantes de lujo, dotados de la ventilación exigida por la ley y entrada independiente y exentos de personal de servicio, aunque con todo lo necesario para que el cliente se sienta a gusto y atendido.
El último en llegar es el Churchill Club, un espacio con capacidad para 28 personas sentadas y 50 en cóctel, exquisitamente decorado con elegantes sofás de inspiración Art Decó, lámparas de diseño italiano y aires neoyorquinos, que se encuentra ubicado en las entrañas del Klimt Gin Club de Capitán Haya. Cuenta con una selecta cava con una docena de referencias habanas, dominicanas y de países productores emergentes, como Ecuador y Honduras, y de diferentes vitolas, desde Belvederes hasta Doble Coronas o el Churchill del que toma su nombre el local. Una carta breve pero adaptada a todos los gustos y momentos que recoge tanto las clásicas Montecristo, Cohiba, Punch, Romeo y Julieta o Rey del Mundo como ediciones Ultra Premium, como los Serie D No. 4 y Serie P No. 2 de Partagás, pudiendo además cada socio llevar su propio puro o caja.
Para acompañar el ritual del puro, que se elige con cariño, se olfatea, se corta, se enciende despacio y se disfruta durante minutos que pueden convertirse en horas, los socios disponen de toda la amplia oferta de destilados Premium del Klimt. Una gama que incluye unas 80 marcas de ginebras del mundo presentadas en su perfect serve, 35 de ron, una veintena de delicados vodkas y otras tantas de maltas y blends, así como una cuidada selección de champanes. Todas ellas pueden pedirse por copas o botellas en la barra del local y deben, eso sí, bajarse al club y servirse allí por los propios socios.